En francés, no hay despedidas definitivas.
Es por eso que, con la finalización de los Juegos Olímpicos de 2024, la conversación se centra en “au revoir” (hasta luego) desde París hasta Tahití, sede del surf.
Han pasado cien años desde la última vez que París fue sede de los Juegos Olímpicos. Ahora, el futuro es incierto, y no se puede prever cuándo la icónica capital francesa volverá a acoger este importante evento internacional.
Estos fueron los terceros Juegos realizados en París, y estuvieron llenos de pasión. Durante dos semanas y media, los franceses canalizaron su entusiasmo hacia el deporte, convirtiendo las quejas iniciales sobre barricadas y estrictas medidas de seguridad en vítores de “¡Allez les bleus!” o “¡Vamos Francia!”.
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París 2024 estuvo marcado por momentos inolvidables e historias motivadoras. Armand Duplantis, el talentoso saltador con pértiga sueco, rompió su propio récord mundial al llevarse la medalla de oro. Por su parte, Simone Biles volvió a brillar, consolidándose como una de las grandes estrellas del evento.
A pesar de la lluvia que empapó a VIP y aficionados, la ceremonia de apertura fue un espectacular homenaje al orgullo LGBTQ+ y al humor francés, aunque no todos la disfrutaron, incluyendo a algunas figuras públicas que expresaron su descontento.
No obstante, también hubo críticas a las boxeadoras Imane Khelif y Lin Yu-Ting, así como al equipo creativo de la ceremonia de apertura.
A pesar de estos altibajos, la relación entre París y los Juegos Olímpicos dejó a los aficionados con ganas de más, un sentimiento que algunos eventos recientes no han logrado despertar.
China, anfitriona de los Juegos en 2008 y 2022, enfrentó severas críticas por abusos a los derechos humanos. Rusia, durante los Juegos de Invierno en Sochi 2014, estuvo envuelta en un escándalo de dopaje. En Río de Janeiro 2016, la corrupción y el despilfarro marcaron la tónica.
Francia, consciente de estos desafíos, se propuso diferenciarse.
“Romper las normas” fue el lema no oficial de los organizadores, quienes trabajaron arduamente para reducir las emisiones de carbono y renovar el modelo olímpico, logrando resultados visibles.
Por supuesto, los Juegos de París no estuvieron exentos de críticas. Sin embargo, la capital francesa demostró nuevas formas de mejorar la experiencia de los Juegos Olímpicos. Destinos emblemáticos como la Torre Eiffel, el Palacio de Versalles y el Grand Palais, transformado en una impresionante arena para esgrima y taekwondo, se convirtieron en puntos destacados del evento.
El uso del paisaje urbano de París evidenció que los Juegos Olímpicos deben adaptarse a sus anfitriones, en lugar de al revés.
Luego de los Juegos Paralímpicos, que tendrán lugar del 28 de agosto al 8 de septiembre, la vida normal volverá a París. Sin embargo, el legado de los Juegos perdurará en la ciudad.
Una campana de la victoria, utilizada por los atletas ganadores para celebrar en el estadio olímpico, será trasladada a la restaurada Notre Dame. La catedral, cuya reapertura está prevista para diciembre tras más de cinco años de renovación tras el incendio de 2019, se convertirá en el próximo gran hito en el horizonte de París.
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El rector de Notre Dame anunció que la campana será instalada sobre el altar y sonará en cada misa.
Estas campanas servirán como recordatorios duraderos de la “extraordinaria atmósfera” de los Juegos y de la “unidad del pueblo francés inspirada por el evento, que fue hermosa”.
“Esta campana simbolizará cómo los Juegos han dejado una huella en Francia”, concluyó el rector.