Eduardo Vargas Solís, un exconvicto que perdió 19 años de su vida tras las rejas, cuenta cómo sobrevivió a la brutalidad del sistema penitenciario en Coahuila. Su historia está marcada por la tortura y la lucha por la justicia.
Con 47 años, Eduardo recuerda con precisión las fechas y momentos más críticos de su vida. A pesar de haber abandonado la escuela a muy temprana edad, encontró un camino inesperado que lo llevó a convertirse en abogado penalista.
Eduardo, originario de Hidalgo, Coahuila, creció en un entorno rural y se sumó a las actividades delictivas en su juventud. A la edad de 12 años, comenzó a involucrarse en el tráfico de personas a través de la frontera con Estados Unidos, una experiencia que le dejó una marca imborrable.
Su vida cambió drásticamente cuando fue arrestado tras un robo a una camioneta de valores en 2001. A partir de entonces, Eduardo se enfrentó a un sistema que lo condenaría a 83 años de prisión por diversos delitos, muchos de los cuales él niega haber cometido.
Una de las experiencias más aterradoras que vivió ocurrió en la cárcel de Torreón, donde fue sometido a torturas físicas. Eduardo recuerda haber recibido 75 golpes con una tabla, un acto que lo dejó marcado para siempre, tanto física como emocionalmente.
El director del penal, Jesús Francisco Estrada Picena, se convirtió en su torturador, y aunque las autoridades han negado sistemáticamente cualquier abuso en los penales de Coahuila, la historia de Eduardo resuena como un grito de desesperación por justicia.
Desde su liberación, Eduardo ha intentado alzar la voz con la esperanza de que su historia ayude a otros en situaciones similares. Su camino hacia la recuperación y la búsqueda de justicia continúan, reflejando las realidades sombrías que muchos prisioneros enfrentan en México.