“La materia es el nexo. Su propósito es provocar unión. […]. La palabra, hablada o escrita, es lo que mayor efecto inmediato produce en el hombre; la materia, en cambio, ‘habla’ más lentamente”
Alvar Aalto
Silencio, en el contexto musical, se refiere al espacio vacío de sonido, un elemento esencial en cualquier composición. La palabra “ausencia” proviene del término latino “absentia”, que indica estar alejado o separado. Este concepto de ausencia se relaciona directamente con el silencio, que en realidad es la falta de sonido. Cuando discutimos los espacios vacíos en el arte, la arquitectura o el diseño, nos referimos a un espacio negativo que es fundamental para la composición.
Comprender el espacio arquitectónico requiere más que una simple fórmula; implica una conexión profunda entre lo que imaginamos y la realidad material. Cada componente en este diseño resuena con emociones y significados que habitan en nuestro corazón y mente, formando un puente entre sueños y materialización.
Tanto la arquitectura como los espacios construidos, tanto los privados como los públicos, actúan como memorias vivas que comunican sentimientos, emociones e ideas. Estos elementos nos sitúan en un tiempo y lugar específicos, estableciendo relaciones con otros y reflejando nuestra identidad. Al igual que en la música, donde los sonidos son representados por símbolos, en la arquitectura cada espacio genera una narrativa.
El espacio, ya sea positivo o negativo, es el hilo que une lo material y lo etéreo. La arquitectura se presenta como un refugio que, además de ser un lugar físico, expresa nuestra forma de pensar y abordar el mundo. Según Umberto Eco, en un sistema estructurado, cada elemento vale por lo que no es, evidenciando la importancia de la ausencia para encontrar un balance.
Los componentes de un espacio arquitectónico, al igual que las notas en una partitura musical o los elementos en el diseño gráfico, son fundamentales para su comprensión. Sin embargo, en el ámbito arquitectónico, es vital utilizar todos nuestros sentidos, sumergiéndonos en el silencio del espacio para apreciar su esencia.
Cuando vivimos una experiencia en un edificio tangible o nos dejamos llevar por la melodía de una canción, personalizamos ese entorno. La materialidad de un edificio no define exclusivamente la arquitectura; al entrar en un espacio significativo, lo transformamos en nuestra visión del mundo. En este sentido, lo que no está presente también cuenta, aportando significado y expresividad al conjunto.