El reciente anuncio sobre la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a México ha abierto dos frentes diferenciados que merecen atención.
Una de las principales acusaciones es la presunta colusión del gobierno mexicano con el crimen organizado. Esta acusación es inusual tanto en su contenido como en su forma. Resulta innecesaria en el contexto de la imposición de aranceles, ya que la administración no requería justificar su acción de tal manera. ¿Qué motivó este enfoque?
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La primera razón podría ser que constituye una herramienta de presión efectiva ante el gobierno mexicano. Históricamente, los líderes estadounidenses han sabido que sus demandas deben ser atendidas. Además, existe la posibilidad de que el gobierno estadounidense posea información privilegiada, incluida la colaboración de figuras del crimen organizado. Si esto es cierto, el gobierno mexicano necesitará que se le presenten pruebas concretas. Quien acusa tiene la carga de la prueba.
Una tercera interpretación de esta acusación es que se están sentando las bases para un posible intervención militar unilateral en México. Esta idea ha ganado adeptos en ciertos círculos, especialmente tras comentarios recientes sobre las “consecuencias” que podrían enfrentar México.
El segundo frente relacionado con los aranceles es el económico. En este ámbito, está claro que se ha iniciado una guerra comercial que podría calificarse de absurda e injusta, no solo para los socios comerciales, sino también para los consumidores estadounidenses.
Es esencial reconocer que los aranceles no son simplemente una herramienta de política exterior. La administración planea utilizar estos aranceles para financiar recortes fiscales, los cuales forman parte de su agenda desde hace tiempo. Se espera que a largo plazo, estos aranceles también fomenten el “reshoring”, o la reubicación de la manufactura a Estados Unidos que, a lo largo de años de comercio abierto, se ha movido a outras fronteras. En resumen, los aranceles son parte de una estrategia más amplia, y es erróneo suponer que serán temporales.
Sin embargo, es importante distinguir entre estrategia y resultados. Los aranceles no solo generan injusticias externas; también pueden ser perjudiciales internamente.
La implementación de políticas arancelarias de este tipo podría provocar múltiples episodios inflacionarios. Como resultado, los consumidores estadounidenses verán aumentos significativos en los precios de una amplia gama de productos. La interconexión del mercado norteamericano implica que desde el costo de productos básicos hasta el vidrio, los precios aumentarán para los consumidores.
Los estadounidenses, particularmente los votantes que llevaron a Trump a la Casa Blanca, son poco tolerantes a la inflación. Esto plantea una seria pregunta para el partido demócrata. Recordemos el impacto que tuvo el precio de los alimentos en la elección anterior. ¿Qué sucederá ahora cuando los votantes perciban que la actual administración ha desatado una guerra comercial innecesaria que ha incrementado los precios?
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Diversos empresarios cercanos a la administración minimizan el sufrimiento económico de los consumidores como un mal necesario en su visión de una economía estadounidense renovada. Sin embargo, en una democracia, ignorar el impacto económico de las decisiones políticas es una estrategia arriesgada.
En conclusión, Trump podría no ser tan invulnerable como parece. Es un factor a considerar en el escenario actual.