El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec se sitúa en una ubicación estratégica entre los océanos Pacífico y Atlántico, una ruta histórica utilizada por galeones españoles en el siglo XVI para establecer las primeras empresas de comercio global entre Europa y América. Este corredor funcionó durante más de 250 años, intercambiando productos entre la América española, Filipinas, China y la Nueva España. Sin embargo, con el advenimiento de la Primera Guerra Mundial, las rutas comerciales cambiaron bajo la hegemonía de Estados Unidos.
El Istmo atrajo la atención de las potencias en el siglo XIX para la construcción de un canal interoceánico. El gobierno del presidente Juárez consideró la posibilidad de desarrollar un Corredor Comercial Interoceánico, aunque el proyecto no se concretó.
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El 14 de junio de 2019, el Gobierno Federal estableció un organismo público descentralizado conocido como el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), actualmente administrado por la Marina Armada de México, que ha designado al vicealmirante Raymundo Morales como su director.
Este Corredor logístico no busca competir con el Canal de Panamá, sino que representa una oportunidad para impulsar la prosperidad de México en un tramo de más de 300 kilómetros. Se planea el establecimiento de parques industriales de alta tecnología para empresas internacionales que buscan asentarse en México debido a su estratégica ubicación frente a los mercados mundiales, como Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia-Pacífico. Esto marcará un nuevo comienzo para transformar esta región, tradicionalmente olvidada, en un motor de crecimiento económico en el sur sureste de México.
México se encuentra frente al Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC), que agrupa a 21 países de rápido crecimiento, promoviendo la alta tecnología y representando más del 60% del PIB global y el 50% del comercio mundial.
Se espera que esta sea la mejor oportunidad para redirigir la economía de México hacia áreas de crecimiento y prosperidad, diversificando sus mercados y evitando una dependencia peligrosa de un solo mercado, lo que es vital por razones de seguridad nacional. Este desafío requiere una nueva política exterior soberana y autónoma, enfocándose en aprovechar las oportunidades que ofrecen los mercados emergentes.